Ella
se prepara para sentir.
Él
la mira, y los dos saben que pasará esa noche.
Se
hacen los ilusos pensando que así nadie se dará cuenta.
La
luna es cómplice de su secreto.
La
cama es el punto de encuentro y ellos lo saben.
El
se acuesta primero pretendiendo soñar con ella.
Ella
se recuesta pensando que el duerme.
Se
siente solo la música de fondo.
Y
dos respiraciones a la par.
Su
mano aparentemente dormida intenta acariciar su cuerpo.
Pero
el pudor se apodera de ellos y la timidez es la tercera en la cama.
Se
acomodan intentando provocar algo en el amante.
Y
el crujido de la cama los vuelve más incómodos.
El
deseo ya no quiere hacerse desear…
Sus
labios están a un paso de comerse…
Pero
el primer paso se hace esperar.
Ella
no aguanta más y cada vez más cerca…
Sus
manos empiezan a temblar y sus corazones son la banda soporte.
Una
caricia empieza a funcionar, feliz empieza a avanzar,
Llega
el beso, y las células comienzan a acelerarse.
Una
cosa lleva a la otra… y ella ya está encima de él.
El
calor del ambiente hace que las ropas queden en el suelo.
No
importa si sus cuerpos no son perfectos.
Pero
en las sombras no se sabe donde comienza el uno y termina el otro.
Se
desatan de placer, tiemblan, relampaguean.
Gozan
re gozan, uno a uno, piel a piel.
Besos
en el cuello, uñas en la espalda.
Capullos
que explotan, gemidos que estremecen.
Se
eriza la piel, se sienten sus besos en la espalda.
Tratando
de demostrar algo de amor, entre tanto fuego.
Se
enrollan hasta los dedos de los pies.
Y
no hay nada en que pensar, ni porqués que responder
El
momento es perfecto.
Entre
senos y sudor el momento va llegando a su culminación.
Extasiados,
embriagados, desordenados.
Se
van al cielo entre sabanas rojas.
Y
bajan a la tierra en tono de suspiración.
Son
sexuales, son amantes eternos.
Sus
cuerpos se vuelven a cubrir, para ocultar cierto grado de vergüenza.
No
se arrepiente de lo que han hecho.
Fueron
ellos galopando salvajemente en la cama.
Ahora
son amigos con ropa, compartiendo un cigarrillo y un mate.
Todo
sigue igual… ahora hay sol.
Pero
la luna lo sabe, y cuando vuelva a salir.
Los
incitara a jugar de nuevo.
Ellos
otra vez haciéndose los distraídos.
Pondrán
las fichas en esa mágica sensación.
Que
los hace libres.
Jugaran
a matarse, para llegar al cielo.
En
ese cuarto de dos por dos.
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